Sonrían, por favor
Ayer llegué a la conclusión de que ya era hora de que renovara los “relatos” que tengo incluidos en mi web (alonsoibarrola.com) y decidí seleccionar una docena de mis cuatro libros editados en ebook –en papel resultan imposible encontrarlos en su mayoría o se venden caros-. Me ocurrió un hecho muy curioso: no me acordaba de que los hubiera escrito yo. Tanto es así que, a veces, me reía de mí mismo –nunca mejor dicho- cuando lo releía. Para muestra este, titulado “Leones”.
Trataba de demostrar al empresario que su número circense era único en el mundo. Montó la jaula y encerró en la misma a cuatro enormes leones. Desde fuera entregó a uno de ellos un aro. Un león lo sostuvo con su pata derecha mientras que otro saltaba atravesándolo limpiamente. A otra señal del domador los leones jugaron al corro, erguidos sobre dos patas. Luego con una pelota dieron cabezadas. Lo hacían todo sincronizadamente, con gran maestría. El empresario no quedó muy convencido de la atracción. Le dejaban frío aquellas habilidades de los leones. «Parece como… como si usted les tuviera miedo… No se acerca a ellos, no arriesga nada… En dos palabras: no hay emoción». El domador, sorprendido y dolido por aquellas palabras, se introdujo resuelto en la jaula y profirió un rugido terrible. De un salto los cuatro leones, asustados, se encaramaron al techo de la jaula, y allí permanecieron varias horas. Hasta que no perdieron de vista al domador no se atrevieron a bajar…
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