Recordando mi encuentro con Gabriel García Márquez
Hace unas horas el mundo se hacía eco del fallecimiento del grandioso escritor colombiano Gabriel García Márquez. Tuve el honor de conocerle el 4 de diciembre del 2002, en la Escuela de Cine Cubana de San Antonio de los Baños, cerca de la Habana. Ese día, allí, se inauguraba la Plaza Zavattini -con motivo del centenario del nacimiento de Cesare Zavattini-, en presencia de alumnos e invitados venidos desde la capital -debajo os dejo una galería fotográfica del encuentro.
Pero antes de llegar a 2002, con vuestro permiso regresaremos a 1959, año en el que entrevistaba a Cesare Zavattini por primera vez. Este encuentro inicial deparó otros contactos personales y de ellos, y del progresivo conocimiento de su obra literaria y a partir de ese momento, concebí un libro antológico que pudiera dar a conocer en nuestro país a un escritor injustamente postergado y minusvalorado.
Así surgió Milagro en Milán y otros relatos (Editorial Fundamentos, Colección Espiral, Madrid) en 1983, con un prólogo mío y la eficaz y desinterasada colaboración de Arturo Zavattini. Obtuvo una gran acogida de crítica y se convirtió en objeto de culto de cinéfilos y también manual de prácticas para cursos de guión cinematográfico.
Cesare Zavattini, al recibirlo, mostró entusiasmo y emoción, pues la contraportada reproduce una frase de un famoso escritor, «que me hizo llorar», según me confesó. La frase dice así: “Después de la II Guerra Mundial, los escritores de cine vivieron su cuarto de hora con la aparición en primer plano del guionista Cesare Zavattini, un italiano imaginativo y con un corazón de alcachofa que infundió al cine de su época un soplo de humanidad sin precedentes”. Lo firma Gabriel García Márquez.
En cierta ocasión, se me ocurrió llevarle una auténtica boina vasca a Zavattini, de las fabricadas en mi tierra, en Tolosa. Y es que el “basco”, es decir la boina en italiano, ha quedado prendida a su figura y a su presencia como un emblema. Semanas más tarde recibía una carta en la que me decía: “Caro Ibarrola, has calculado el tamaño de mi cabeza y quizás mi inteligencia, más grande de lo que es en realidad. Por eso, la maravillosa boina no puedo utilizarla. La expondré o la regalaré a alguna persona querida…».
La anécdota anterior me lleva de regreso a 2002 a la Escuela de Cine Cubana de San Antonio de los Baños. En el estrado, se encontraban su director, Julio García Espinosa, y el que fuera alumno de Zavattini, durante su estancia como estudiante de cine en Roma, Gabriel García Márquez. Al final del acto, se produjo una «sorpresa» preparada de antemano por Julio. Me requirió en el estrado, subí y conté la historia de las boinas de Zavattini. Luego extraje de una bolsa dos boinas vascas de la misma fábrica que surtía a Cesare. En medio de cariñosos aplausos se las entregué a los dos. Se las pusieron con mucha gracia y Gabo se acercó a mí, diciéndome: «No me la quitaré mientras viva». DEP.
3 responses to “Recordando mi encuentro con Gabriel García Márquez”
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- 28 mayo, 2014 -
Gracias por compartir la humanidad de un genio.
De nada, es un placer, Mábel. Es algo que siempre recordaré, fue muy emotivo para mí.